¡Buen día seguidores!
Hasta 1938 Frida nunca
se interesó por darle un valor económico a sus pinturas.
A decir verdad, tampoco
creía que eran buenas o que tenían algún valor.
Lean un fragmento de esta carta, que envió a su
amiga la muralista Lucienne Bloch, el 14 de febrero de 1938:
Querida Lucy: [ …] No he cambiado mucho desde la última vez
que me viste. Lo único, llevo otra vez ese vestido mexicano mío tan loco,
vuelvo a tener el pelo largo y sigo tan delgada como siempre. Mi carácter
tampoco ha cambiado, sigo también tan vaga como siempre, sin entusiasmo por
nada, me siento bastante estúpida y condenadamente sentimental. A veces creo
que es porque estoy enferma, pero eso no deja de ser un buen pretexto. Podría
ponerme a pintar tanto tiempo como quisiera, podría leer o estudiar o hacer mil
cosas a pesar de que tengo el pie malo y todo lo demás, pero no se trata de
eso, vivo sobre el aire, adaptándolas cosas como vienen, sin hacer ni el más
mínimo esfuerzo por cambiarlas, y tengo todo el día como ganas de dormir, me
siento cansada y desesperada.
¿Qué le voy a hacer? Desde que volví de Nueva York he pintado unos doce cuadros,
todos ellos pequeños y sin importancia, con los mismos temas personales que me
interesan a mí y a nadie más. Envié cuatro de ellos a una galería de aquí de
México, que es un sitio pequeño y de mala muerte, pero que también es el único
que traga todo lo que le echen, así que les mandé los cuadros para allá sin
ningún entusiasmo. Cuatro o cinco personas me dijeron que estaban de maravilla,
el resto creen que son demasiados locos. [
…]
(Extraído del libro: Frida Kahlo, de Gerry Souter)
Dejándome llevar por el texto, encuentro a una
mujer triste, insegura, agobiada, todo lo contrario, a lo que veían de ella. La
gente hablaba de Frida como la que todo lo sabe, todo lo acepta, todo lo puede,
vive de fiesta en fiesta y la pasa fenomenal…
La exposición a la que se refiere en la carta
fue realizada en la Galería del Departamento de Acción Social de la Universidad
de México donde expuso entre otras, Mis abuelos, mis padres y yo. Poco tiempo
después, inesperadamente recibe una carta de Julien Levy propietario de una elegante
galería en Manhattan, interesado por su obra y la historia concluyó
ofreciéndole exponer treinta de sus pinturas.
Frida, volando
rumbo a Nueva York
Una de las
obras que figuraba en la muestra fue Recuerdo
de la herida abierta - 1938
Frida se muestra con el muslo y el pie herido. La
curiosidad del cuadro es que la herida del muslo es imaginaria mientras que la
del pie es real pero no fue en el izquierdo sino el derecho, mas como se estaba
pintando mirando un espejo así resultó el terminado.
La muestra duró dos semanas y resultó su
consagración como artista.